Polvorones de avellana
También llamados en casa “podvodonez pad-plo-na”.Después del éxito del año pasado de los “podvodonez cacedoz”, este año damos un pasito más, porque creo que la receta que hoy os presento, unos polvorones de avellana, será considerada por mucho tiempo en mi casa como la mejor receta de dulces navideños de mi recetario.¿Qué tiene de especial frente al polvorón casero tradicional? La textura es un poco más fina, se queda menos pegado en la lengua, y el sabor que permanece en el paladar, tan rico, perdura durante un buen rato y de verdad que es perfecto para culminar una buena comida. La desventaja: es frágil, pero no difícil de manipular. Yo muchas veces los hago de bocado para que no se rompa al darle un mordisco, sino que se llene la boca con un solo gesto. Mc es de la opinión de hacerlos de cualquier tamaño y que sea el comensal quien ponga la boca en plan Jim Carrey.Vamos a ello.¡Ah, una cosa! No es una receta para reposteros avanzados. Para nada. Solamente un poco de cuidado en la manipulación y es un juego de niños.
Receta de los polvorones de avellana
Ingredientes
- 100gde avellanas tostadas y sin piel
- 200gde harina de repostería
- 100gde azúcar —quedan más finos si utilizamos azúcar glas—
- 100gde manteca de cerdo—preferiblemente ibérico—
- Azúcar glas para adornar
Preparación
- Precalentar el horno a 130ºC, calor arriba y abajo.
- La tarde de antes, poner la harina en una bandeja e introducir la bandeja 30 minutos en el horno, moviendo de vez en cuando con la espátula. Va cogiendo un tono ligeramente tostado. Es importante que no se nos pase el tiempo porque si no amargaría la mezcla.
- Dejar reposar hasta el día siguiente.
- Pelar las avellanas, y ponerlas en una bandeja en el horno, a una altura por debajo de la que hayamos usado para la harina. Conforme se vayan tostando, la piel se irá desprendiendo sola. Cuando las retiremos y se enfríen un poco, la piel termina de salir sin problemas, solo pasando los dedos por ellas.
- Reservar aparte, limpias y sin restos de piel —si queda alguna con piel no pasa nada—.
- Con una batidora potente o un robot de cocina, triturar las avellanas.
- En un bol, formar un volcán con la harina y las avellanas.
- Poner en medio el azúcar y la manteca semiderretida. Amasar hasta que notemos que se van uniendo todos los ingredientes. En principio queda como arena gruesa, momento en el que piensas “estonolosacopalante”. Pero nada más lejos de la realidad; con tus manos empiezas a unir esta especie de arena y vas formando una bola un poco aplanada, que se mete en el frigorífico entre 30 minutos y una hora envuelta en plástico transparente.
- Sacar del frigorífico, quitarle el plástico, y con la palma de la mano ir aplastando un poco la masa —por los bordes se abre, pero luego se va arreglando—.
- Dejarla gordita y pasar suavemente el rodillo para igualar la superficie. Usar el cortapastas que os guste, e ir haciendo los polvorones —incluso un vaso pequeño os puede servir—. Cuando va sobrando masa, juntar de nuevo, como si estuvierais haciendo un puzzle, sin hacer otra vez una bola, solamente juntando las porciones de masa una detrás de otra, y uniéndola con cuidado con los dedos, y pasando el rodillo por la superficie para igualar. Con esto conseguimos aprovechar hasta casi las últimas miguillas.
- Dejar reposar el tiempo que podáis. Yo los tengo una hora y quedan perfectos.
- Precalentar el horno a 200ºC, sólo el grill, e introducir unos 15 minutos, a una altura media-alta —un poco más abajo de la que usemos cuando vamos a gratinar la pasta—. A partir del minuto 10 mirar por si vuestro grill va a toda caña, y se os queman.
- Si no queréis estar pendientes, se hacen fenomenal a horno 180˚, calor arriba y abajo, altura media, durante 20 minutos, dándole un toque de grill un par de minutos antes de finalizar el horneado.
- Sacarlos del horno, y cuando estén fríos, espolvorearlos con abundante azúcar glas y retirarlos cuidadosamente con una espátula a la fuente de presentación.
Problemas que podéis tener
En función de la harina —que no todas se comportan igual— o de si es la primera vez que los hacéis te puede pasar:
- Que queden duros: demasiado horno
- Que se agrieten en exceso: poca manteca
- Que se rompan nada más tocarlo: poca manteca
- Que sepan mucho a manteca: manteca comprada desde hace mucho tiempo
- Que queden demasiado pegajosos en lengua: mucha manteca
Estos casos que os comento son extremos, ya que lo normal es triunfar y hacerlo sin mayor dificultad con este dulce.
Lo siento por La Estepeña, pero sé que nos vamos a poner todos a ello y que les va a salir una dura competencia. Lo dicho: el olor es tan rico y tan intenso a avellana, que perdura en el olfato y en el paladar de una manera espectacularmente prolongada. Sé que os van a encantar —ejerciendo de pitonisa del polvorón—. Ya me contáis.
Consejos
- Para esta ocasión he utilizado una manteca de cerdo ibérico El Pozo. Me gusta mucho y se encuentra fácilmente en cualquier supermercado.
- Como siempre, solamente la misma puntualización para convertirlos de algo muy rico en sublime: la calidad de la avellana. Ya que vais a dedicarle un ratillo a hacerlos, sí me apetecería que comprarais las mejores avellanas que encontrarais, no de las envasadas que vienen peladas, que pierden mucho sabor, sino de las que vienen enteras —excepcionales las asturianas— y que se pelan en un plis plas con un buen aparato para cascarlas —tengo preferencia por el que veis en la foto, lo venden en ferreterías, ideal para solventar esta labor de pelar frutos secos de cáscara dura sin mucho esfuerzo y sin que salten por los aires las cáscaras—. Gana la receta muchísimo.
Su de los webos
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