Mercado de San Martín en San Sebastián
Fue en 1882 cuando el arquitecto José Goikoa diseñó y desarrolló el proyecto del Mercado San Martín, en el número 9 de la calle Urbieta, en San Sebastián. Una obra de inspiración francesa al estilo de Les Halles de Bayona, que fue ampliándose con los años por el incremento de población, hasta ocupar por completo la manzana.
En 2003 al antiguo mercado le sucede lo que a tantos otros mercados tradicionales les ha sucedido en nuestras ciudades: los cambios en nuestra forma de comprar, la presión económica sobre los centros urbanos, los crecientes problemas de aparcamiento hacen que se transformen incorporando otro tipo de oferta comercial.
Por lo menos en éste queda un pequeño reducto de puestos de mercado, aunque pasen casi desapercibidos bajo los locales de las grandes cadenas de ropa o libros o lo que sea. Serán ya los propios donostiarras los que nos contarán con sus comentarios qué les ha parecido esta reforma, y cómo ha respondido a la expectativas de su ciudad.
Yo le debía una visita tranquila; aunque San Sebastian, por unos motivos u otros, es de las ciudades que más visito, me apetecía ir tranquilamente de asunto mercado. El edificio tiene tres plantas dedicadas a ocio y tiendas de ropa. Es parte de la planta baja y del sótano lo que a mí me interesaba.
A primera hora ya estaban todos los puestos tope, era sábado y víspera de fiesta y lo que suelo hacer es preguntar a los clientes, y que me cuenten que se cuece.
Y allí me puse de charleta con unas señoras encantadoras, que me comentaron sus gustos y preferencias, decantándose para pescaderías por Sola y Rosamari, cosa difícil, entre toda la oferta que había. Me pareció que Coro Sotero tenía un puesto espectacular de pescado y marisco. Eso sí, los precios todos altos, porque no es el típico pescado de lonja un poco más asequible; la mayoría eran piezas muy selectas, de tamaño grande, y la frescura se ve, aunque no seas especialmente entendido.
Los puestos de Juan Exteberría, con platos precocinados y carnes, y de Iñaki y Jenny, también con comidas preparadas y una charcutería absolutamente espectacular —las morcillas de Beasain, envidiables, y el queso de Idiazábal, para qué contar— se encuentran entre los más antiguos del mercado.
También se ha hecho su hueco Kenko Saushi, su responsable de Kenji Takahashi, que ofrece comida japonesa ecológica elaborada a diario.
La zona para mí con más encanto es la de productos de las huertas, de los baserritarras —palabra que me enseñó mi amiga Deliciosa Miranda, que es como los hortelanos de mi tierra, pero en vasco—. Ya tranquilamente paré a charlar con Juani, del caserío Parada Martutene, pero podía haber sido en cualquier puesto de verduras, porque eran todos una hermosura. Me contó cosas de su casa, de sus verduras, de lo que pelean con la tierra. Siempre que pueden son productos de sus huertas, pero cuando no es época compran producto de calidad similar a la suya propia.
Me pareció especialmente curioso verlas colocar sus verduras con verdadero primor, y verlas trabajar —la zona de verduras eran todo mujeres— cortando judías verdes y colocándolas en bolsas, para que te las lleves a casa listas para cocinar, y troceando verduras frescas también para preparar bolsas para sopa de verduras.
Son preciosos los puestos llenos de patatas, tomates, zanahorias, huevos… Parte del maletero del coche volvió repleto del producto vasco que tanto me gusta.
A mi me parece un placer visitar los mercados de las ciudades que uno visita. En este caso fue una delicia, tanto como pasear por San Sebastian y disfrutar de todo lo que ofrece la ciudad. Otro día hablaremos de pintxos, alojamientos y de paseos por esa ciudad que tanto me gusta.
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