Minipestiños conquenses
Minipestiños conquenses
Ingredientes
- 1huevo
- 3cucharadasde leche fría
- 4cucharadasde aceite frito
- 50gde azúcar
- 1cucharadade anís
- ½cucharaditade canela
- Ralladura de un limón
- 235gde harina de repostería
- Aceite de oliva de 0.4º para freír
Preparación
- Poner en un bol el aceite, la leche, el huevo, el anís, el azúcar, la canela y la ralladura de limón. Mezclar bien con la espátula y agregar la harina tamizada para hacer una masa fina que no se pegue en las manos.
- Dejar reposar la masa 20 minutos. Estirarla con el rodillo hasta conseguir una masa muy, muy fina. Si se encoge, dejar reposar otro rato para poder trabajarla sin problemas.
- Cortar tiras de 16 cm de largo por 3 cm de ancho, y éstas a su vez en tres tiras más pequeñas.
- Enrollar estas tiras de masa en palos de unos 25 cm de largo, presionándolas un poco en la parte de los bordes para que no se suelten hasta que estén fritas.
- A continuación, meterlas en aceite muy caliente. Dejar freír hasta que estén doradas, y sacar de los palitos —alguna se suelta dentro del aceite, pero no importa—.
- Poner a escurrir en un colador, o directamente en papel de cocina, ya que no quedan nada grasas —esto me parece fascinante—.
- Cuando estén frías, espolvorearlas con azúcar glas.
Hoy no puedo dejar de hablaros del fundador, junto a Gerardo Rueda y Gustavo Torner —que para vosotros ya tiene que ser cómo de la familia, de las veces que os lo he nombrado— del Museo de Arte Abstracto Español, de Cuenca: Férnando Zóbel.
Zóbel es un pintor extraordinario, nacido en Manila, y fallecido en Roma en 1984, que conoció Cuenca en 1963 y que quedó fascinado por la ciudad y en especial por el río Júcar desde el primer momento. De hecho trabajó desde 1971 y hasta su muerte constantemente en el tema del río, ya fuera con dibujos, acuarelas, apuntes o fotos y con todas las variaciones posibles, según las estaciones, con personajes o sin ellos, en tramos anónimos o en la piedra del caballo, pero con el color y el movimiento del agua como leit-motiv.
Por último, os dejo una foto del río. No es propiamente a su paso por la ciudad; está tomada unos 8 km cauce arriba. Este paraje que hoy veis es el que nos acompaña, casi a diario, cuando pasamos unos días en Cuenca durante el verano. El paraje se llama el Chantre, nombre que debe al puente de un sólo ojo que cruza el río en aquél lugar y que data de finales del XIX. Frente al rio nos sentamos a leer tranquilamente y cuando levanto la mirada, esto es lo que veo, mientras oigo de fondo a mis hijas, jugando con el agua.