Una corta escapada a Segovia y La Granja de San Ildefonso
Hace pocos días, para celebrar que nuestras chicas habían acabado su curso estupendamente y para airear un poco al equipo webos después de un duro invierno trabajando, nos tomamos unas pocas horas de relax, y aprovechamos para acercarnos a la provincia de Segovia a pasar un par de días. El tiempo fue delicioso y los que lo conocéis sabéis que tanto pasear por Segovia como por los alrededores es un placer.
Segovia
Cuando estamos de viaje —siempre os lo digo— nos encanta madrugar y pasear por las calles cuando las ciudades empiezan a despertar. Llegar a Segovia, salir del aparcamiento y ver su acueducto con esa majestuosidad es de esas cosas que se te quedan en la retina. Es impresionante los siglos que llevan esas piedras unas sobre otras sentadas a hueso, y ahí las tienes, tan hermosas.
A partir de ahí el paseo tranquilo por sus calles hasta el Alcázar fue fantástico. Los más famosos asadores, tiendecitas, la Iglesia de San Martín, una parada obligatoria en la Catedral, la iglesia de San Andrés.
La catedral nueva se construyó con elementos de la antigua, como el coro, el claustro o la pila bautismal, que fueron desmontados y trasladados a su nueva ubicación. Por su cronología se trata de la última catedral gótica, pero por la concepción del espacio y su luminosidad es netamente renacentista. Debe su traza a Juan Gil de Hontañón, discípulo de Juan Guas, de quien es obra el citado claustro. Tiene un buen número de obras pictóricas y escultóricas maravillosas para contemplar en ese entorno. No os perdáis el retablo del altar mayor, de Sabatini, ni el de la capillo del Sagrario, de Churriguera.
Al final de este paseo, el Alcázar, que parece sacado de un cuento. Impresionante su foso, y cómo está construido. Las vistas de la zona de la Catedral desde este punto son preciosas.
Desde el punto de vista gastronómico, todos conocéis la merecida fama de sus mejores asadores, como Cándido o Duque, pero no son sólo los más famosos: mientras paseábamos olía deliciosamente bien por sus calles, donde seguramente estaban los hornos de otros bares y restaurantes no tan afamados pero que ponen mucho cariño en el producto que ofrecen. No nos quedamos a comer, porque íbamos a alojarnos en el parador de la Granja y teníamos la reserva hecha allí. Os agradecería en comentarios recomendaciones de los que vivís en Segovia que al resto de lectores les vendrá bien.
La Granja de San Ildefonso
Está unos 15 km de Segovia, es una delicia para pasear por sus calles, conocer el Palacio y perderte entre sus jardines y fuentes. No me voy a explayar en comentarios sobre su patrimonio histórico porque es impresionante y no procede en esta entrada de breves apuntes. Sí te daré unas pocas pinceladas sobre lo que puedes encontrar y sobre su gastronomía.
El pueblo parece entero pensado para pasear tranquilamente por sus calles, entre árboles centenarios, con un montón de terrazas para sentarte tranquilamente a tomarte un aperitivo o un café. Una temperatura deliciosa en verano por la tarde hace que muchos madrileños escapen a esta zona para tomarse un respiro del calorazo madrileño. Encontré un poco decadentes los jardines, exceptuando la zona más cercana al palacio que tiene los setos perfectamente recortados. Había algunas fuentes en reparación. Ello no quita para que pasáramos un rato estupendo paseando por la zona.
Alojamiento
Nos alojamos en el Parador de la Granja, que tiene un montón de ofertas para potenciar la ocupación de sus plazas. Os aconsejo que le echéis un vistazo. Muy tranquilo, camas cómodas, y habitaciones espaciosas.
El desayuno, tipo bufé, estaba bien en cuanto a variedad, con productos para celíacos y para diabéticos. La bollería, de la congelada, que una vez horneada es pasable, el pan muy rico, y la fruta en su punto. Una cosa que no me gustó nada es que usan aceite de oliva virgen extra en botellas de 250 ml, con un aceite muy rico, pero rellenando las botellas, y con un chorretones en las etiquetas de las botellas que delatan la jugada. Innecesario totalmente.
El comedor es fantástico: amplio y con las mesas vestidas como los paradores lo suelen hacer. Pedimos un menú Paradores, con un primero, un segundo y postre. Todo correcto excepto la carne, que era un cebón a la plancha con verduras, que era una de las mejores carnes que he probado yo. El servicio, demasiado lento, como casi siempre en estos sitios. Es complicado conseguir el ritmo justo, ni comer agobiados, ni que entre un plato y otro se te corte ya el apetito. No pedimos algo casi obligado en la zona, los judiones de la Granja y es que es la típica cosa que comemos en casa frecuentemente. Nos consta que son una delicia.
Las Hoces del Duratón
El domingo, después de despedirnos de la Granja con un paseo maravilloso y de su vecino Valsaín, cogimos el coche y nos acercamos a conocer las hoces de Duratón.
Mientras llegas a la zona, a través de un páramo, piensas “¿No nos habremos equivocado?” porque ni te puedes imaginar lo que te encuentras cuando tienes que dejar el coche en un aparcamiento, y empiezas a caminar algo más de un kilómetro por un camino de tierra, sin nada de vegetación. De repente se muestra el río encajado en un profundo cañón serpenteante que, en algunos lugares, alcanza más de 100 metros de desnivel. Un paraíso también para los que os guste ver desde más cerca de lo deseable buitres leonados, acompañadas de un buen número de alimoches, águilas reales y halcones peregrinos.
El camino termina en un espolón rocoso, rodeado de precipicios, sobre el que se alza la ermita de San Frutos, construcción románica del siglo XII. Hay que cruzar por un puente de piedra y una profunda grieta, llamada “La cuchillada”. Impresionante.
Emprendimos la vuelta por Sepúlveda, declarada conjunto histórico-artístico en 1951, en la que podréis admirar la muralla, la Casa del Moro, la plaza Mayor con el castillo de Fernán González, o las iglesias del Salvador o de los santos Justo y Pastor. Gastronómicamente hablando no olvidéis que estáis en la capital del cordero asado.
Para acabar, terminamos en Riaza, tomando pan blanco de Valsaín con chorizo y salchichón de la zona, como siempre nos gusta hacer. En la entrada hay una pradera idílica para disfrutar de una comida campestre.
Un placer de escapada, a muy pocos kilómetros de Madrid. Os dejo un enlace por si queréis ver más fotos.
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