Trenza de cerdo con salsa de Cabrales
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Trenza de cerdo con salsa de Cabrales
Ingredientes
- Dos solomillos de cerdo o unos filetes de cerdo de la parte de la cadera que sean largos
- ½kgde champiñones
- 4patatas medianas
- 200gde queso Cabrales
- 2huevos
- 400gde nata líquida
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal
- Pimenta
Preparación
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Los solomillos
- Salpimentar los solomillos o los filetes de cerdo. En mi caso utilice estos últimos porque a mi carnicero se le habían acabado los solomillos, y quedaron estupendos. Con un cuchillo muy afilado, dividir la carne en tres partes longitudinalmente sin llegar a cortarla del todo. Formar una trenza. Cerrarla o coserla con un hilo —solo lo justo para que no se deshaga—.
- Freírla como más os guste. Yo lo hice en una sartén sin demasiado aceite. Dejar templar.
- Cuando se haya enfriado un poco, hacer una corona con al trenza y volverla a sujetar con un pequeño hilo de algodón o un palillo —en cualquier caso algo discreto que no se vea—.
- Mientras tanto, pelar les patatines, y lavar bien. Secar. Con el artilugio de descorazonar las manzanas, hacemos unos cilindros como los que veis en la foto. Freír en una sartén con abundante aceite, con cuidado que se hagan por dentro y no se quemen por fuera
- Lavar bien el champiñón y secar con un papel de cocina absorbente. Partir en cuartos y pasarlos por la sartén hasta que tengan el punto que os agrade.
La salsa de Cabrales
- Poner en una cacerola el queso Cabrales, dos huevos, la nata líquida y pimienta al gusto.
- Calentar a fuego medio sin dejar de dar vueltas con unas varillas.
- Cuando pasen unos 4 minutos, y veamos que todos los ingredientes están bien integrados, servir inmediatamente.
Montaje
- Poner la trenza cerrada que hemos hecho de carne.
- Se sirven les patatines como os gusten. Yo las apilé como el heno empaquetado.
- Se colocan los champiñones al gusto.
- Se sirve la salsa de Cabrales dentro de la trenza nada más realizarla. Recién servida tiene la textura perfecta. Al enfriarse queda un poco espesa. Si os sobra, tendréis que volver a conseguir el punto con la varilla y añadiendo un pelín de leche.
- Yo adorné el plato con unas hojas de albahaca.
Queso Cabrales
Por mi libro de cabecera, “Cuarenta quesos, cuarenta platos”, de Lluis Nel Estrada Álvarez, sé que el queso Cabrales es el queso estrella de los asturianos. Protegido por Denominación de Origen desde 1981, se elabora en el municipio de Cabrales, así como en algunas localidades de la vecina Peñamellera Alta.
Es un queso azul de origen artesano, y totalmente natural. El Cabrales consigue estas pigmentaciones grisáceo-azuladas debido al proceso de maduración en cuevas con unos índices de humedad entorno al 90%, los cuales favorecen el desarrollo del penicillium en el producto. Con lo cual, no sólo es que es exquisito, sino que es un antibiótico natural, y refuerza las defensas del organismo. El buen Cabrales se elabora con leche de vaca, cabra y oveja. En las cuevas pasan de 3 a 5 meses, donde sus elaboradores voltean los quesos para que el proceso de maduración sea homogéneo.
Hojas de arce
Aunque me extienda un poco, me ha parecido muy curioso saber que antes de la entrada en vigor de la Denominación de Origen, el Cabrales se envolvía en hojas de arce, que le daban un aspecto muy particular. Estas hojas sin embargo no reunían las condiciones sanitarias necesarias y fueron sustituidas por un papel de aluminio de color verde. Este queso es de aroma muy, muy intenso, para los amantes de sensaciones fuertes. El corte es untoso, y presenta un color blanco con pigmentaciones azuladas. A María le encanta prepararlo de postre desmigado y mezclado con sidra. A McGiver le entusiasma este queso mayáu con sidra.
Asturias
En cada rincón de los sitios que visito no dejo de maravillarme de la belleza de los paisajes que tenemos en nuestro país. En Asturias me encontré con un lugar de lo más idílico que podáis imaginar cuando penséis en un paraje de montaña.
Se trata de Bulnes, un pueblecito maravilloso, encantador, con cuatro casitas, al lado del río, entre montañas. Ese día el cielo nos acompañaba con un azul que hacia daño de puro que era, y con el famoso Naranjo de Bulnes —o Picu Urriellu, como ellos le llaman—, majestuoso al fondo. El único hándicap para los habitantes del pueblo es que no se puede llegar en coche, lo que en cierta medida ha hecho que no se llene de turistas en plan brutal. Nosotros accedimos a través del funicular que nos llevó hasta cerca del pueblo.
Cuando te bajas de él, ya es otro mundo. Las cabras a la derecha, las montañas rodeándolo todo, belleza y pureza hasta no poder más. Nos quedamos sin palabras ante tanta hermosura, y os aconsejo que, aunque Asturias es una maravilla toda ella y tiene mil rincones, os acerquéis a conocer este sitio que a mí tanta paz me trajo. Como visitante por unas horas me emocioné de encontrarme allí, pero no dejé de pensar qué dura debe de ser la vida en pleno invierno para los habitantes de esos pueblines, aislados y con esas condiciones climáticas tan duras. Su cocina debe ser bien interesante y me quedo con ganas de saber más de ella, de su aprovechamiento, y del aprovisionamiento de víveres para los inviernos.
Hasta llegar al Funicular de Bulnes nuestro recorrido por los Picos de Europa y la zona de Cabrales fue inolvidable. Vimos tanto prado, tanto forraje recogido en silos, tanto verde, que no he podido por menos que con les patatines fritas que ofrezco darles forma de pasto recogido y colocado en pirámide.
Una última cosa
Todos conocéis a Nieves en su faceta de cocinera espectacular. Yo os quiero animar a que conozcáis su faceta de fotógrafa. Tiene unas imágenes maravillosas, entre otras, de su tierra y es un placer visitar su blog“Luz y color”.
Y como siempre, le mando un beso a mi amiga María, con la que compartimos McGiver y yo este paseo al Paraíso Natural que es Asturias.
Por cierto, si habéis leído esta entrada tan larga sin desfallecer, os doy las gracias, porque hay que ver lo que me enrollo. Ustedes perdonen.
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