Castillo de Manzanares el Real, una joya cerca de Madrid
El castillo de Manzanares el Real es una de esas joyas de la provincia de Madrid que teníamos ganas de conocer, y que por hache o por b, todavía no habíamos visitado. Como siempre que excursioneamos en verano, salimos de casa temprano para poder pasear sin el excesivo calor que hace por el centro en esa época del año.
Castillo de Manzanares el Real
Ya desde antes de entrar en el pueblo el castillo llena el paisaje y la presencia del pantano acentúa esa belleza. Lo primero que hicimos fue aparcar en el pueblo, cerca del castillo. Mi fotógrafo, al que le gustan mucho estas cosas por su profesión de la #vida1, nos iba contando detalles para que nos fijáramos.
Historia
El castillo data de la segunda mitad del siglo XV, cuando la familia Mendoza ordena su construcción ex novo, al margen del que ya tenía la familia a pocos metros de allí. En este nuevo castillo la familia supedita las necesidades defensivas a la estética. No es de extrañar, por tanto, que en él trabaje nada menos que Juan Guas, que ya había trabajado para la familia en el Palacio del Infantado de Guadalajara.
En 1915 la familia encargó a Vicente Lampérez —arquitecto que reconstruyó la fachada de la Catedral de Cuenca, derruída en 1902— la reconstrucción del castillo, y a esa intervención debe gran parte de su fisonomía actual.
En 1965 la familia cedió el uso del castillo a la Diputación de Madrid, derecho que ostenta la Comunidad de Madrid desde la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1983.
El edificio
Nunca tuvo foso, pero cuenta con una muralla o barbacana en la que se abren cámaras de tiro con saeteras rematadas por la Cruz del Santo Sepulcro de Jerusalén, título que gozó el Cardenal Mendoza.
Tiene planta cuadrada, con tres torres almenadas circulares y una torre del homenaje ochavada, todas ellas decoradas con las tradicionales bolas isabelinas, que a mí me llamaron mucho la atención.
Las salas del castillo se organizan en torno al patio de armas en tres plantas. Es interesante recorrerlas en orden y disfrutar de todos sus detalles. En cualquier caso, las salas que más se disfrutan son la del estrado de damas —la mejor ventana de toda la planta segunda— y la planta tercera en su totalidad, que alberga la alcoba y el oratorio y, sobre todo el adarve, por las vistas, y la galería construida por Juan Guas, una de las más relevantes del estilo gótico isabelino.
La visita
El castillo se puede visitar en su parte exterior y su barbacana de manera gratuita, pero merece mucho la pena pagar la entrada —cinco euros— por verlo por dentro. El recorrido está bien ideado, con paneles muy didácticos. Además, algo cada vez más habitual: puedes descargar la audioguía fácilmente a tu móvil mediante el código QR que encontrarás en las taquilla. La mejor manera de enterarse de todo y en esta época COVID, con plenas garantías. Si tienes auriculares, llévalos: evitarás el cansancio de la mano y podrás hacer fotos mientras te instruyes.
Manzanares el Real
Antes de volver a casa nos dimos un agradable paseo por el pueblo. Como te he dicho, a escasos cinco minutos está el llamado Castillo Viejo, del que solo se conservan dos muros, dentro de un recinto ajardinado, me pareció un sitio curioso. Esto se debe a que una vez terminado el Castillo más moderno, el antiguo fue derruido por razones defensivas —no se podían mantener los dos, y dejar uno abandonado era un reclamo para posibles enemigos— y sus piedras reutilizadas.
Terminamos en la Plaza, donde vimos el edificio del Ayuntamiento, que tenía bastantes terrazas y trasiego de gente que iba a sus compras y de vuelta al coche nos fuimos fijando en la cantidad de edificios que cuentan con los típicos balcones de madera.
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