La maravillosa obra de Luis Zafrilla en Valdemeca, Cuenca
Me comentaba una querida lectora, Ana, que vive en Valdemeca, un bonito pueblo de la serranía conquense, que cómo era posible que con lo apasionados que somos en casa de hacer rutas bonitas no conociéramos su pueblo, el entorno y todas las actividades que se están realizando en él, sobre todo la importantísima obra del pintor Luis Zafrilla con su proyecto “El paisaje ilustrado”. Dicho y hecho, cogimos a la abuela y a las chicas, nos montamos en el coche y nos plantamos con todas las ganas del mundo en su pueblo.
Antes de nada, vamos por partes.
La ruta
Para llegar a Valdemeca hay que tomar la carretera de Villalba de la Sierra, la CM-2110 desde la salida 309 de la A-40. Hay que anotar en la agenda gastronómica el Restaurante Nelia, para darte otro día un homenaje, sobre todo si te gusta la comida con el sabor de siempre pero con presentación y técnicas modernas.
Tras cruzar esta población hay que hacer una pequeña parada en el Ventano del Diablo —tal y como te comenté en esta entrada—, con unas vistas espectaculares, no aptas para quien tenga vértigo.
Se llega a Uña, otra parada para dar un pequeño paseo por una senda alrededor de su laguna, una zona muy tranquila, con una senda corta y sin ninguna dificultad. Hay un pequeño observatorio ornitológico dentro del que pasar desapercibidos para hacer fotos tranquilamente.
Continuando por la CM-2105 se bordea el embalse de la Toba, con sus aguas tan azules y hermosas. Hay un mirador en el que se puede dejar el coche para comtemplarlas con tranquilidad.
Siguiendo por la CM-2105 se llega a Huélamo y justo después de cruzar el río Júcar, se toma el desvío a la derecha que nos lleva hasta Valdemeca.
El pueblo
Valdemeca es el típico pueblo serrano, de esos que mientras en Madrid estamos asfixiados de calor, ellos duermen con su mantita en Agosto. Casas y calles muy bien conservadas, es un pueblo muy cuidado. Se nota que llevan muchos años luchando por tenerlo así. El entorno es precioso; cuentan con casi 100 fuentes, muchas de ellas restauradas y cada una con un diseño diferente, cuidando la estética tradicional. Son muy interesantes todas las actividades que despliegan en la época de setas. Me gustó especialmente la zona del merendero, fresco y agradable, con posibilidad de hacer barbacoa controlada, una delicia de sitio para disfrutar después del paseo.
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El pintor
Poder ver la obra explicada por el propio autor es de las cosas más hermosas que nos han podido pasar. Mientras paseábamos y comentábamos pequeñas pinceladas técnicas, la conversación iba derivando al origen de su obra, sus experiencias pintando casi durante 40 años la luz del Mediterráneo, donde vive gran parte del año, su difícil niñez, su madre, y la vuelta a su pueblo para poner esta obra al servicio de todo aquel que la quiera disfrutar.
El paisaje ilustrado
Es una colección de 18 conjuntos que muestran diferentes escenas de la vida cotidiana del pueblo, esparcidas en aproximadamente un ruta circular de 1km: el paseo transcurre entre un jugador de bolos, un buen hombre rulando yeso, una mujer con su borrica y su crío, y otras muchas escenas, terminando en la plaza de toros con un conjunto espectacular digno de disfrutar en vivo.
La obra se sigue completando con otras pinturas, como la de los cargos, grupo que te recibe a la entrada del pueblo, y que toma el tema de las fiestas de la patrona del pueblo, la Virgen de Belén, la pareja de la Guardia Civil, o la escena de los nómadas, en la que estaba trabajando el día que nos vimos.
Las figuras a tamaño natural están hechas de acero Corten, ancladas al suelo y pintadas con pintura al poliuretano posteriormente. Muchos de los personajes son reales y corresponden a gente del pueblo. Además, las pinturas-esculturas están tan integradas en el paisaje que parecen escenas reales que nos trasladan a otro tiempos.
Me parece importantísima cómo está pensada la obra, porque mientras realizas el paseo puedes jugar con ella, tocar las piezas y sentirte por unos minutos incluso como una abuelilla serrana con sus sayos y todos los avíos. Incluso si vas caminando y ves una escena de trabajo, trasladarte a otros tiempos —memorable la romería—, esos años difíciles de la posguerra en un pueblo de la sierra de Cuenca.
Particularmente hermoso es el grupo de pinturas que hay en el merendero, que representan juegos populares ya olvidados: trabajasapos, estornija —juego exclusivamente femenino—, estiragarrote, péndola, el tieso y el arrancatecepas o chinche preñao. A pesar de que con la obra de Luis, se palpa de una manera brutal la dureza de unos años complicados para sobrevivir con muy poco, te das cuenta de lo bien que lo pasaban grandes y pequeños jugando, sin nada, como mucho con un delantal o un garrote.
Igual que hizo Ana conmigo, ahora te invito yo a planear este viaje para pasar el día en el pueblo. Si vas en verano verás a Luis desde la carretera, con un sombrero y un botijo, una furgoneta llena de bocetos y una mesa llena de pinturas, y con su barra montañesa del horno de la Huerta del Marquesado, acabando de pintar una borrica, o una mujer preparando una lumbre. No olvidarás este viaje, eso te lo aseguro yo.
Nunca podré agradecer suficientemente a Luis todo lo que compartimos, lo que me enseñó, y la calidez con la que compartimos tantas cosas… Hay personas que en pocas horas dejan una huella extraordinaria para toda una vida.
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