De panes y montaña por Pirineos
Este año mis vacaciones empezaron, como ya os conté, dando un curso de pan en El Grado, en Huesca. Desde allí comenzamos una maravillosa ruta de la que hoy os daré unas pinceladas, por si alguno de vosotros va por la zona y considera que mis recomendaciones, sobre todo en tema panes y dulces, pueden ayudar en algo.
Muchos de vosotros hacéis estas rutas y luego me escribís comentándome vuestras impresiones y añadiendo otros datos útiles a mis entradas, por eso, cuando algún tema os interesa lo primero que hago es recomendaros leer los comentarios, ya que vuestras apreciaciones son siempre bienvenidas. Muchas gracias por adelantado.
Ruta por Pirineos
Pre-pirineos
Nuestros dos primeros panes interesantes los encontré en El Grado, como os he comentado, punto de partida de nuestras excursiones: un pan negro multicereales, y otro de dos colores. La curiosidad de estos panes es que son ambos buen pan vendido en gasolinera. Y lo digo por aquello de que fue en las gasolineras donde empezaron a proliferar esas barras tipo baguette precongeladas que luego se han ido extendiendo a bastantes panaderías… Bueno, no sigo, que de este tema habría mucho que hablar.
Lo catamos con tomate rosa de Barbastro, jamón y embutido de la zona, el no va más. Me sorprendió el pan multicereal, con una corteza y una miga de sabor intenso.
Estos panes los hacen Mercedes y su hijo Adrián, que tienen una pequeña empresa familiar llamada El Viñero Artesanía del pan. De ellos me habló mi amiga Ana. Aprendieron a hacer pan con Gilles, panadero francés que se afincó en El Grado hace unos años y que ahora está de vuelta a su país. Ellos son los que han seguido haciendo ese pan que él les enseñó, con mucho sacrificio y poco beneficio. Tienen el obrador justo debajo de la estación de servicio Meroil, y de ahí la explicación de encontrarte este tipo de pan en una gasolinera. Tienen además un punto de venta en Barbastro, Casa Pueyo, en la plaza del Mercado, y luego se van con su furgoneta a varios pueblitos de la Ribagorza a los que no llegaba ningún panadero —la Puebla de Fantova, Benavent, Colloliva…—.
Además de estos panes hacen tortas una vez a la semana. Tienen muy claro que la harina que se utiliza marca el resultado.
Ordesa
Nuestro siguiente destino era pasar un día por Ordesa. No hace falta que os diga que el destino es fabuloso. Hicimos una ruta intensa pero maravillosa que recordaré siempre, y a pesar de ser agosto y de que había gente, a mí personalmente no me molesta para nada. Cada uno tiene su espacio y va a lo suyo.
El recorrido comienza en la pradera de Ordesa, a la que en verano no se puede acceder en coche particular sino en autobús desde Torla, pueblo muy bonito en el que encontraréis un alojamiento correcto con una buena relación calidad-precio en el Hotel Bujaruelo. ¡Nos atendieron de maravilla!
Hay varios recorridos, pero quizá el más frecuentado sea el que lleva a la Cola de Caballo. Es un recorrido que se hace por la margen derecha del río Arazas, a través de bosques de pinos, abetos y hayas. Mientras asciendes el río te regala hermosas cascadas, como las de Arripas, las del Estrecho o las Gradas de Soaso. Es imprescindible llegar hasta aquí, que bien merecen la pena las tres horas de ascenso moderado —unos 400 m—. El camino tiene una dificultad baja, y como prueba os cuento que mi madre a sus 71 años lo realizó sin ningún tipo de problemas —menudo ejemplo para los que íbamos con ella—. Desde las Gradas a la Cola de Caballo ya sólo queda un pequeño ascenso de unos 100 m hasta el Circo de Soaso y un recorrido de unos 2 km por él hasta poder admirarla.
Pirineo francés
Nuestra idea era adentrarnos en los pirineos franceses por Canfranc, y después de un día agotador en Ordesa, nada mejor que reponer fuerzas en el hotel Santa Cristina: puro relax, con un spa pequeñito pero delicioso y un entorno perfecto. De precio, estupendo. Una recomendación más que me dio Ana y que os hago extensiva a los que queráis visitar la zona.
Bedous
En nuestro recorrido por los pueblecitos franceses absolutamente maravillosos, llevábamos la primera recomendación de mi amiga Beatriz de Zaragoza, que fue la que me metió el gusanillo de visitar esta zona y que me regaló un fantástico cuaderno de viaje de esta zona, que atesoro. Sus palabras guiaron estupendamente nuestro viaje en familia. Ella me aconsejó una parada en Bedous, donde hay un molino cerca del centro del pueblo que se llama Moulin d’Orcun. Al mando, Santi, francés con un sentido del humor muy peculiar, y que organiza visitas guiadas sobre el funcionamiento del molino. Tiene diferentes panes de molde multicereales y un pan de masa madre, que fue el que nos llevamos. De sabor intenso, ligeramente amargo, y con una corteza de quitar el hipo. Pagamos por un pan de un kilo 5 euros, un precio más que justificado, sobre todo si hacemos el cálculo a partir de lo que vale una penosa barra de 200 gramos de pan precongelado. Ojito al horno nómada de Santi.
Oloron-Sainte-Marie
Nuestra siguiente parada panadera fue en Oloron-Sainte-Marie. Pueblo grande, con mucho comercio, grandes supermercados y centros de jardinería en la circunvalación, y pequeñas tiendas en el centro.
¿Recomendaciones?
- Mercadillo, los viernes durante todo el año. Lo montan frente a la iglesia ya casi saliendo a Pau.
- Para comer: por recomendación de mi amiga Beatriz, nuestra guía 2.0 en este viaje, el restaurante del Hotel Alisson, en la carretera de circunvalación cerca del E. Lecrec.
- Boulangerie/pâtisserie: Saveurs et Delices, en el 31 de la Rue Adoue. Espectacular respecto a panes: la hourquielle baguette a 1,15 € y una de las mejores tartas de masa quebrada de almendras y de albaricoque que he probado. Sin embargo, los eclairs, ni fu ni fá.
Lourdes
Me encantó conocer Lourdes, una ciudad que vive en torno a la peregrinación al santuario de la Virgen. Está en movimiento las 24 horas del día, pero sobre todo me impresionó la cantidad de voluntarios que ayudan a los enfermos.
En nuestra parada visitamos el mercado de Les Halles: verduras, embutidos y carnes. En las puertas un mercadillo al uso de los que vemos en España, de ropa y demás.
Los panes:
- La Royale, de Jean Vignau, en la Rue de Saint Pierre. Muy buenas todas las quitches, y los pain au chocolat. La baguette, a 0,90 €, correcta.
- Le Fournil: muy rica la baguette de tradition française, a 0,90 €, llamada Croquise. De larga fermentación, miga de color crema, sabor pronunciado, y con un alveolado irregular.
Argelès-Gazost
En la Place de la Victoire, hay una boulangerie en la que compramos un pain tradition a 1,10 €. Si, todo lo que tiene de feo lo tiene de rico.
Mi amiga Beatriz se aloja en el Hotel Arrieulat, que tiene una excelente cocina completamente comunicada con el comedor, ni siquiera tiene cristal, así que se disfruta plenamente del mimo que Stephane le pone a sus preparaciones.
De vuelta a España
Saliendo de esta zona, empezamos a adentrarnos en los paisajes más bestiales de los Pirineos. Tenéis cerca el circo de Gavarnie, y sin miedo a las curvas y el vértigo, coronareis el Col de Tourmalet (2.115 m) y el Col d’Aspin (1.489 m). Los paisajes son tal y como veis en el tour de Francia en la tele, pero en vivo, de infarto y verde, verde, verde, y vacas, muchas vacas en medio de la carretera. Si algo hay en toda esta zona son parajes espectaculares para tomarte el pan y buen paté.
Cuando llegamos a Bagnères-de-Luchon, al lado de la iglesia, nos encontramos con la Boulangerie Luchonnaise: cualquier pan que compréis, riquísimo.
Vielha
Subiendo y bajando el Col du Portillon (1.293 m) llegamos a Vielha, ciudad con ambientazo en verano y en la que hicimos noche en el apartahotel La Vall Blanca. Cómodo, correcto. El alojamiento en esta zona en el mes de agosto está bastante lleno. Hay que reservar con cierta antelación.
Cerca de los apartamentos encontramos La panificadora. Me contaron orgullosos que tienen su obrador, y que todo el pan es artesano y con un proceso cuidado. Compré un pan de Vielha, con una corteza para morir de rica, y con la miga tan característica de los panes de la zona.
En este punto os preguntaréis cómo encuentro las mejores panaderías. Pues buscando a gente del pueblo y preguntando. Si me dan dos direcciones, pruebo, y ya en la panadería es cuestión de preguntar por sus mejores panes, no sólo los favoritos de consumo, sino por elaboración. Preguntando se llega a todos los lados.
Pallars Sobirà
Desde Vielha y sin miedo a nuevas curvas, subimos y bajamos La Bonaigua y comenzamos a disfrutar del Pallars Sobirà. Cualquier sitio en el que pares es delicioso. Es el paraíso de los deportes de aventura, como demuestra su río Noguera Pallaresa a tope de enamorados del rafting y de los barrancos. Si paráis en Sort cerca de La Bruixa D’or hay una panadería muy curiosa, decorada con fotos de los panes de la zona. Allí compré una coca de azúcar muy rica.
Andorra
Nuestro punto final fue Andorra, paraíso de compras, tiendas y más tiendas, de coches que van como locos, pero sobre todo, un paisaje maravilloso. Nuestro destino: el Valle de Cortals en Encamp. Un funicular nos subió hasta los 2.502 metros, uno de los puntos de entrada a Gran Valira, el dominio esquiable de mayor superficie de Andorra. Desde allí hicimos una pequeña excursión a pie hasta el Llac del Cubil. Realmente, una experiencia única.
Saliendo ya de Encamp pasamos por Escaldes-Engordany y encontramos, casi por casualidad, una joya de pan artesano en Fleca de Casa, en el 18 de la avenida de Pessebre. De morirse, la barra de la foto tenía un sabor maravilloso. El pa de pagès muy bueno, pero ligeramente inferior a la barra artesana para mi gusto. No dejéis de probar las magdalenas de manzana que venden, son una maravilla que pasa desapercibida.
Pues sí, entrada larga, lo sé —ya me perdonaréis—; para mi familia fueron unos días intensos y maravillosos. Nos traemos mil recuerdos de momentos inolvidables. Si alguno vivís por la zona, o la disfrutáis, tenéis una gran suerte: es un paraíso.
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