Muchos sabéis que este año he sido la pregonera de la Feria y Fiestas de San Julián, en mi tierra, Cuenca. Han sido unos meses intensos desde que la Corporación Municipal me propuso uno de los mayores honores que puede tener un conquense.
Foto en el instante de subir al escenario del parque de San Julián
Terminé de escribir mi pregón a finales de junio y desde entonces no ha habido un solo día en que no repasase el texto hasta tener el definitivo. Estas hojas me acompañaron en el duro mes de julio y, por muy cansada que llegara a casa del trabajo por la noche, me obligaba a mí misma a repasarlo. Luego, a primeros de agosto, viajó en coche hasta los pueblos más bonitos de Francia (te debo entrada) y se lo leía a mí familia en cualquiera de los maravillosos paisajes en los que parábamos. Y por último lo metí en mi maleta para nuestro viaje por el Adriático por nuestras bodas de plata, y una vez al día se lo contaba al mar, porque soy de la opinión que un acto tan importante para que salga bien hay que repetirlo muchas veces.
Y el 23 de agosto llegó, y fue una noche maravillosa, muy emotiva e inolvidable, para mi familia y para mí, con la compañía y el cariño de todos los conquenses y visitantes que estaban esa noche allí, y de todos los que a través de vuestras pantallas de ordenador o del móvil me disteis la fuerza y la energía necesaria para salir tranquila a disfrutar de uno de los momentos más importantes que he vivido.
¡GRACIAS A TODOS!
Aunque es un texto que igual interesa más a mis paisanos conquenses, por tratarse de algo local, sois muchos los lectores y amigos que me habéis pedido que lo publique íntegro para poder leerlo tranquilamente. Si prefieres oírlo, más abajo tienes nuestra retransmisión del acto vía un directo de Instagram.
Cuando me propusieron dar el pregón de la Feria y Fiestas de San Julián 2017, y ante la importancia de mis predecesores encargados de esta labor, me empezaron a temblar las piernas, y es a día de hoy, creedme, que sigo en el mismo estado, por mucho que intente que no se me note, cuando he subido emocionada a este escenario de nuestro parque de San Julián.
Jesús, mi marido, que tan bien me conoce, al ver mi cara de preocupación sobre si yo estaría a la altura de semejante honor, me dijo solamente unas palabras: “Haz lo que haces todos los días, sé simplemente tú.”
Y entonces lo vi desde otra perspectiva. Pensé que era una ocasión estupenda de poder ser en Cuenca la voz de mis paisanos, cosa que hago cada día desde mis redes sociales. No puedo sentirme más honrada al tener esta oportunidad de contaros, a través de mis palabras, lo que siente una conquense entusiasta por su tierra. Esto tampoco tiene mucho mérito, ya que no conozco a ningún conquense que no lo sea.
Y así encomendándome a San Julián, nuestro Patrón, me pareció que la mejor manera de empezar este pregón sería con unas palabras mías escritas hace ya unos años en una entrada en mi blog, y que dicen así:
Y así, poco a poco, a través de mis palabras, mis vivencias, mis fotos y las que hace mi marido, voy enamorando a mis lectores de una manera sencilla, simplemente enseñándoles lo que hago en familia en cuanto pongo un pie en Cuenca.
Por motivos profesionales trabajo fuera, pero en cuanto llevamos unas semanas sin venir, estamos deseando coger el coche, y aquí nos plantamos. Y es que en cuanto veo el Cerro del Socorro ya noto que me cambia la cara. Eso por no hablar de mis hijas, que antes de subir las maletas ya te las puedes encontrar paseando Carretería arriba y abajo.
Cuenca es para nosotros una recarga de pilas absoluta. Nos gusta subir al barrio del Castillo. Allí nos podrás reconocer fácilmente: Sara, mi hija mayor, estará con su móvil fotografiando algún rincón que al resto le ha pasado desapercibido; tiene un ojo muy especial para todo. La pequeña, Beatriz, estará con una pierna levantada al cielo en alguno de esos estiramientos imposibles de su mayor afición: el ballet. Jesús con su cámara y su mochila de fotografía a cuestas, porque es de los que piensa que cualquier paisaje de nuestra ciudad merece que él esté bien preparado para captarlo. Y mi madre y yo estaremos mirando hacia el Parador y descubriendo cómo unas simples nubes hacen que el paisaje cambie y nos siga sorprendiendo día tras día.
Luego bajamos poco a poco hacia la Plaza Mayor, una veces por la Ronda de Julián Romero y otras por San Pedro, y allí nos quedamos sentados enfrente de la Catedral, contemplándola, como si no existiera el tiempo. Y recordando que casi ahí mismo, cerca del pilón, conocí a mi marido, y que dentro de pocos días se cumplen veinticinco años desde que nos casamos en las Angustias, en un día precioso, con un cielo tan azul como sólo los conquenses conocemos.
Y me gusta pararme en la calle Alfonso VIII y descubrir que no estoy dentro de un cuadro, sino que es real, y bajar por la puerta de San Juan hasta la hoz y disfrutar de las impresionantes rocas calizas que abrazan la ciudad con una compañía bien especial: el curso del río Júcar. Y cuando levanto la vista y veo las traseras de las casas no dejo de admirar su singular arquitectura que ha sabido adaptarse al cerro, y dar habitabilidad a la roca, y miro una y otra vez esos rascacielos, que ya los quisiera Nueva York.
Y en los días donde el calor aprieta nos gusta bañarnos en nuestra playa. Sí, sí, si no eres de aquí, has oído bien, porque en Cuenca hay playa. En un maravilloso paraje por cierto, donde se pone a prueba nuestro carácter recio al bañarnos en las frías aguas del Júcar.
Y todos los años, bajo los perfiles de las rocas y los miradores caminamos hasta San Julián. Tras una primera subida, el resto del camino transcurre por el contorno de la hoz hasta la ermita dejando la silueta de Cuenca a lo lejos, elegante e inexpugnable, y desde allí contemplamos chopos, pinos y tilos, camino, fuente y merendero, paz y tranquilidad. Bueno, eso cuando no coincide con las fechas en que muchos conquenses veneramos a nuestro Patrón y el sitio se transforma en alegre y multitudinaria reunión.
Desde que era bien joven me gusta caminar por la hoz del Huécar y llegar hasta el desvío de Molinos de Papel, y saludar con un ‘buenos días’ a mis paisanos caminantes con los que me cruzo, costumbre que aún no hemos perdido y que no deberíamos perder. Y de vuelta a casa contemplar nuestros reclamos turísticos más preciados, las Casas Colgadas y el Puente de San Pablo, iconos que mantienen su encanto en cualquier estación del año.
Y en invierno, cuando el frío serrano aprieta, subimos abrigados a Mangana, testigo inmóvil del tiempo, y allí pasamos un buen rato, atisbando a lo lejos la iglesia de la Virgen de la Luz y el barrio de San Antón, ya pensando en volver de nuevo sin siquiera habernos ido.
Y esta noche no acabaría mi pregón… repasando cada barrio de nuestra Cuenca, y es que tiene mil rincones para descubrir y eso sólo lo puede hacer uno mismo, sin más guía que el dejarte llevar por una de las ciudades más hermosas del mundo.
Durante los primeros años de mi niñez pasé mucho tiempo en la huerta que tenían mis abuelos justo debajo del puente por el que ahora se entra a Cuenca viniendo desde Madrid, años que pasé entre gladiolos, habas, patatas, judías verdes y matas de tomates y pepinos. Todavía recuerdo como si fuera hoy mismo a mi abuela Amalia organizando la verdura recién cogida y lista para vender. Mis orígenes son los que me han hecho una apasionada del tomate conquense. Si hiciera una cata ciega de nuestro tomate entre otros muchos, sé que acertaría en cuanto lo probara, precisamente por sus cualidades. El tomate conquense es hermoso, terso, carnoso y de un color entre rojo y rosado. Mi abuelo cuidaba primorosamente la semilla, y cada pieza era un regalo para los sentidos.
La huerta era muy esclava, y requería una mentalidad poco habitual hoy día: no tenía horario y ni siquiera una cosecha segura. De ellos y a través de mi madre aprendí parte de lo que soy: mi espíritu de trabajo y ese gusto por lo sencillo y por el buen producto local, que tenemos que mimar y cuidar si no queremos que un día no muy lejano sólo perduren esos sabores en nuestra memoria.
Y hoy, no puedo por menos que, con permiso de los buenísimos restauradores que tenemos, hacer un homenaje a mi madre, la mejor cocinera que conozco, que me ha enseñado todas las recetas de nuestra tierra. Y no sólo eso: desde bien pequeña la acompañaba a la Plaza de los Carros, no lejos de aquí, y fue allí donde aprendí a comprar con soltura y cabeza, y deseando que de vuelta a casa llegara mi mayor recompensa: comerme por el camino un par de magdalenas recién hechas.
Y si hay un plato emblemático de la ciudad del que estoy orgullosa es de nuestro morteruelo. Para los que estáis hoy en Cuenca por primera vez a acompañarnos en estas fiestas y no lo conozcáis os diré que es como un paté caliente de caza, que viene de tiempos antiguos; plato de pastores reconvertido en manjar en nuestras mesas, soberbio, rotundo. Ahora se sirve como tapa, pero antiguamente era plato base para aguantar el duro invierno.
En casa lo hacemos todos los años y es un momento mágico en la cocina.
La verdad es que nunca nos sale igual de una vez para otra aunque lo hagamos de la misma manera. Las especias vuelan a la olla y el aroma es maravilloso… No hay cosa más especial para mis paisanos que compartir con familia y amigos morteruelo y un buen pan.
Y hay unas palabras de Fernández de Hita, 2º Premio Tormo de Oro en su 4ª edición , allá por 1984, que convocaba el inolvidable Pedro Torres, que hoy quiero recordar, y dicen así:
Sabe a conejo y tomillo,
sabe a almazara y a esparto,
sabe a lebrillo y a artesa
y sabe a banca castellana
de vieja madera,
sabe a pastoril zarajo,
y calandrajos,
a resolí y paloduz,
sabe a lo quieras tú,
a espliego,
a menta y a romero,
a queso y a miel,
a cordero,
a tiznao y salmorejo,
a buen vino de pellejo
y a pimentón colorao,
a trillos, horcas,
a eras,
a ramales, seras y esteras,
a los eternos inviernos
y las cortas primaveras.
Sabe a caricia y a beso
de claras noches de luna,
sabe a esfuerzo
y a sudor rústico labrador,
a su interminable tajo
y a su infinita labor […]”
Y yo añadiría que Cuenca me sabe a ajoarriero y a gachas, a potaje serrano y migas de pastor, a chorizo de orza, a morcilla, a moje, a caldereta y a perdiz escabechada, a pistillo y a níscalos en su tiempo, que lo de los hongos para un conquense es algo más que pasión. Me sabe a torta de manteca y a café de pucherete, a pestiño en la Plaza y a alajú: Cuenca sabe a lo que quieras tú.
Y llegados a este punto es momento de agradeceros vuestro esfuerzo a todos los que día a día trabajáis por la ciudad, a los que atendéis a las personas que vienen a visitarnos y lográis que se sientan como en casa, desde el pequeño comercio, hoteles y a los muchos bares y restaurantes que tenemos, a las personas que, como yo, hacéis visible nuestra tierra a través de Internet y, por supuesto, a todos los que esta noche nos estáis viendo desde vuestra pantalla del ordenador y con ese gesto de apoyo hacéis que hoy Cuenca sea universal.
Pero sobre todo quiero tener un recuerdo especial para todos los conquenses que están fuera y que por un motivo u otro no pueden estar estas fiestas con nosotros.
Y tampoco quiero olvidarme de nuestros mayores: vosotros a los que tanto os debemos, que fuisteis trabajadores en tiempos nada fáciles, orgullosos de vuestros orígenes, algunos emigrantes que habéis vuelto a vuestra tierra para disfrutar de un merecido descanso. Pasadlo bien estos días festivos y no os perdáis ningún acto, deportivo, cultural o musical, pensados para que sean de vuestro agrado.
Los más pequeños tenéis un montón de actividades: hinchables, actuaciones infantiles y una de las cosas que más gustan a todo el mundo: el clásico concurso de esculturas de arena.
También sé que esperáis con mucha ilusión el día de mañana para ver el tradicional desfile de carrozas. Yo recordaré especialmente a mi padre, que ya no está con nosotros, que durante muchos años condujo uno de los coches que las llevan, y que siempre disfrutaba con los preparativos, feliz de poder vivir el buen ambiente de ese día.
Estos días los aficionados a los toros están de suerte con una de las mejores ferias taurinas, con prestigio sobradamente conocido. Además, me consta que la preparación del bocata de media tarde se convierte en un momento especial.
Y todos los años, incluso antes de saber los conciertos que habrá en estas fechas, ya estoy gozándolo, porque siempre se programa alguna actuación que nos permite disfrutar de la gira de alguno de nuestros grupos o cantantes favoritos del panorama musical, así que cuando veais a una señora de mediana edad dándolo todo, esa seré yo.
Este año además Cuenca acoge un final de etapa de la Vuelta Ciclista a España, con la importancia que esto tiene tanto en la afluencia de nuevos visitantes como en la retrasmisión de la etapa. Las imágenes, muchas de ellas hechas desde el aire, harán que se conozcan nuestros rincones desde otra perspectiva y dejarán a muchas personas con ganas de venir a conocer la ciudad. Ya lo dijo Umbral: “Cuenca es más de cielo que de tierra”.
Los conquenses saldremos todos a la calle a ver este deporte tan duro y bonito a partes iguales que tan arraigado está entre nosotros.
Y para terminar quiero pediros dos favores, que aunque no es lo habitual en un pregón, puede ser un buen momento para instaurarlo:
El primero es que miremos todos por nuestra Cuenca. No hace falta tener un puesto de responsabilidad para hacerlo: todos podemos cuidarla y mimarla. Y lo poco o lo mucho que cada uno pueda hacer que lo haga con excelencia, para conseguir que la parte visible sea tanto para visitantes como para los conquenses un espacio perfecto de convivencia y un espejo en el que se miren otros. El latido de la ciudad, esa parte que no se ve, esa la tenemos asegurada, porque Cuenca está llena de un montón de buena gente, que es lo que hace que sea tan especial.
Y el segundo favor que os quiero pedir es que disfrutéis de nuestras fiestas como si no hubiese un mañana, con alegría y en armonía, con la familia y los amigos, y que gritemos juntos, más fuerte que nunca, para que nos oigan desde toda la ciudad los vecinos que no han podido venir esta noche, lo que para esta humilde pregonera es un honor proclamar:
¡Viva San Julián!
¡Viva Cuenca!
Muchas gracias a todos
Como te comenté más arriba también puedes ver el vídeo del acto:
¡Gracias de nuevo a todos!
Y sí, Cuenca te espera con los brazos abiertos. Es mágica y única, palabra de la #señorawebos.
Su
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Nuestros proveedores te ofrecen ventajas especiales. Ser webero supone regalo seguro….
yo les pongo ajos...
No me los pierdo!!!!! una cosa que tal quedan hechos el día anterior? me gustaria...
Me encanta. Aprovecho verduras de las que hay que dar salida, y luego en todo tipo...
¿Crees que se podría hacer en olla lenta? Tiene muy buena pinta esa receta!!!...
Buenisimosss...
Enhorabuena, bonito pregón.
¡¡Con lágrimas en los ojos me dejas, Su!! Qué pregón más bonito.
A principios de Agosto visitamos Cuenca con los mini-monstruos (que ya no son tan “minis”). Y mi hija me preguntaba ¿esta es la ciudad de Su?¿Vamos a verla? Son tantas las veces que me oye hablar de ti, de tus recetas…
Fue una pena no poder ir a verte la última vez que estuviste en Zaragoza este año, pero sé que vendrás más y nos veremos. Y podré darte una abrazo y felicitarte por tu pregón.
¡Besicos maños!
Que bonito Su, me ha encantado, felicidades guapa.
Gracias por compatir tan emotivo pregón. Nací en Madrid, pero soy hija de una conquense, nacida en un pueblito muy importante llamado Saelices, con un parque arqueológico romano, de los mas importantes de la Meseta Central. Buena gente, descripción sencilla pero veraz. Generosos y honrados. Gracias de corazón.
¡¡ ENHORABUENA SUSANA!! Tiene que ser muy emocionante la experiencia y bien merecida ya que siempre que tienes ocasión nos haces partícipes a través del blog de lo importante y bella que es tu ciudad.
Enhorabuena. Un pregón muy bonito y emotivo. Me ha encantado. Cuenca no puede tener una mejor pregonera y embajadora.
Besos manchegos
Precioso pregón! Lo acabo de leer ahora, buscando la receta de morteruelo.
Soy hija de conquense (de un pequeño pueblecito) y nunca he estado muy arraigada a esa tierra pq él tuvo q emigrar y vivimos lejos.
Pero leyéndote y mezclándolo con los recuerdos a tengo me estás despertando mucha emoción por la tierra de mi padre (que ya no está con nosotros).
Gracias Susana!